
Las Pizarras es el hogar de Rodrigo Castilla. Este joven cocinero, parte de la camada de primeros profesionales formados en institutos locales, estuvo durante casi una década trabajando en cocinas de Bariloche, Buenos Aires, Londres, Los Ángeles y Barcelona. En el momento en que tuvo que decidir entre seguir su derrotero, instalarse en alguna ciudad europea o volver a su ciudad natal, dejó de lado el brillo posible de una carrera en el extranjero para instalarse en Buenos Aires. Encontró un local, abrió su cocina, colocó algunas mesas y dio a todo el lugar una decoración ecléctica y sencilla, donde se mezcla una vieja maquina de cortar fiambre, una heladera de almacén, un maniquí que cambia de vestimenta de vez en cuando y cuatro grandes pizarras. Estas pizarras son las protagonistas, donde se inscribe cada día lo que se encuentra en el mercado. En una de las pizarras está la lista de vinos tintos; en otra las de blancos. En las otras dos, Rodrigo escribe las entradas y explica los platos principales. El cocinero hace las compras día a día, y de estas compras nacen los platos que ofrece de martes a domingos. Su trabajo está casi a la vista, no solo escrito en tiza de colores, sino también expuesto a los comensales en una cocina abierta, aunque haya que asomarse un poco para ver los fuegos.
El lugar cuenta con algo más de treinta lugares, y ha ganado popularidad semana a semana, lo que hace necesario llegar temprano o reservar. Rodrigo no solo está en los fuegos sino que encuentra tiempo para acercarse a las mesas. Es grato conocerlo, charlar con él, comentar la comida y escuchar los planes de futuros platos a llegar a las pizarras.
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